Los trastornos neurológicos en la infancia constituyen una condición médica frecuente, que afecta a cualquier edad y abarcan un amplio espectro de patologías causadas por múltiples factores. Estos pacientes presentan a menudo comorbilidades asociadas que junto con el trastorno de base condicionan dificultades de alimentación y deficiencias nutricionales, y que llevan al paciente a una disfunción cada vez mayor y un empeoramiento progresivo, siendo fundamental la realización de una intervención y seguimiento nutricional temprano que mejore el pronóstico y su calidad de vida.

Los trastornos neurológicos en la infancia pueden deberse a una enfermedad congénita o adquirida a largo plazo, asociada con limitaciones funcionales que se atribuyen a un trastorno del cerebro y/o del sistema neuromuscular, que produce especial impacto al tratarse de un sistema en desarrollo1. Estas discapacidades incluyen la parálisis cerebral, el trastorno del espectro autista, epilepsia, distrofias…

Tales situaciones clínicas presentan a menudo comorbilidades como déficit intelectual, alteraciones cognitivas y sensoriales, alteraciones conductuales, epilepsia, alteraciones del tono muscular, deformidades músculo-esqueléticas, trastornos deglutorios…que condicionan deficiencias nutricionales y fallo de crecimiento, y que llevan al paciente a una disfunción cada vez mayor de su musculatura, sistema inmune y sistema nervioso, suscitando un empeoramiento progresivo del pronóstico, de la movilidad, del estado cognitivo y de la cicatrización y reparación tisular de heridas y escaras.

Además, en niños con discapacidades neurológicas la disfunción oral motora2 suele ser una constante, afectando a la capacidad del niño para comer. La ineficiencia de la masticación y la deglución en los niños afectados puede tener profundos efectos en éste y su(s) cuidador(es). Una deglución descoordinada puede conducir, entre otras cosas, a la aspiración, reflujo gastroesofágico e infecciones respiratorias recurrentes, ensombreciendo el pronóstico vital de estos niños.

Como resultado final aparece la desnutrición, que es el factor de riesgo más importante del retraso del crecimiento3 de estos niños.

Por tanto, es fundamental la realización individualizada de una intervención nutricional temprana (valorando presencia de comorbilidades, alimentación y forma de administración4 etc.) y un seguimiento multidisciplinar para mejorar la calidad de vida de estos pacientes.

  1. http://www.hopkinsmedicine.org/neurology_neurosurgery/centers_clinics/pediatric-neurology/conditions/index.html. Consultado en diciembre de 2015.
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Entre el 11-31% de los niños con un GMFCS (Gross Motor Function Classification System ) de nivel IV/V necesitan alimentación por sonda parcial o total11. Los niños con nivel GMFCS V son más vulnerables y en riesgo de desnutrición, y más propensos a ser alimentados por vía enteral12.

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